¿Qué has hecho hoy? Un
examen.
¿Qué has sacado? Un
notable.
Bien, no te confíes Pero…
¿Qué
has aprendido?
Escenas como esta, me han llevado
a recapacitar entre la validez de algunas prácticas cotidianas en nuestros
centros y la innovación de los recursos que en esta práctica, de las
actividades de autocorrección y de autoevaluación, se propone. En lo motivador
que resultan estas actividades para
nuestros alumnos. En lo que suponen de apoyo y refuerzo para los contenidos
trabajados. En su aportación al trabajo de memorización, pero sin convertir en
un stress innecesario el proceso, en definitiva recuperar la idea de elaborar
actividades de evaluación que se fijen en la fase de la evaluación, que
los clásicos de los movimientos de reforma y renovación ya formularon en los
años 80 y primeros 90 del siglo pasado, la evaluación procesual o formativa.
Esta evaluación implica la detección de cómo
cada alumno si sitúa ante la actividad y su ritmo de aprendizaje y su relación con
los materiales didácticos y el papel del docente, no como mero calificador,
sino como guía y facilitador de nuevos materiales que le faciliten ese
aprendizaje.
Implica, también la evaluación intermitente del nivel alcanzado, para ello la aplicación
de alguna de estas actividades a lo largo del proceso de aprendizaje, a la vez
que detector de logros y dificultades, puede convertirse en una verdadera motivación
para profundizar en los contenidos.
Implica una constante reconducción del proceso, tanto en los
contenidos, si no fueran los adecuados
como en el ritmo de aprendizaje de los mismos.
Espero haber transitado por
modelos de Test Autoevaluativos y pruebas de autocorrección de una forma más o
menos adecuada, que me sirva como idea general de los contenidos de esta práctica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario